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El multitudinario adiós al último cacique criollo

Comunidad Ava Guaraní baliando pimpin en el entierro de Federico Córdoba

El pasado 4 de julio falleció en Orán Federico Córdoba, músico, autor y uno de los pilares fundamentales de Las Voces de Orán. Su muerte deja un profundo vacío en el folklore argentino, pero sobre todo en el corazón de los pueblos originarios que siempre encontraron en él un aliado, un difusor, un hermano. El cortejo fúnebre, de carácter multitudinario, fue el reflejo del legado que supo construir con talento, compromiso y ternura.

Ya en el cementerio, la despedida tomó un tono ritual. Antes del entierro, miembros de la comunidad Ava Guaraní bailaron en círculo el tema “Sin mujer ni camisa”, una canción compuesta por el propio Córdoba junto a Luis Salek, registrada como “takirari chaguanco” pero en esencia un pimpim (danza ancestral del pueblo Ava) interpretado con violín. Entre quienes bailaron estaba Natalia Torrejón, hija de Angélica Miranda, la “reina del pimpim”, también fallecida. Su gesto no fue un adorno: fue símbolo, fue orgullo, fue herencia.

Natalia lo expresó con claridad: “Federico y Ucucha hicieron mucho por nuestra cultura. Hubo un tiempo en el que nuestro pueblo fue mal visto, pero Las Voces de Orán siempre nos dieron lugar en los escenarios y eventos.

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Natalia Torrejón en la despedida final de Federico Córdoba

Federico no sólo abrió espacios. Los habitó con conciencia. En sus últimos años, se autoasumía como chaguanco, palabra que nombra la pertenencia espiritual y cultural al universo Ava Guaraní. No se trataba de apropiación simbólica, sino de hermandad identitaria, sellada en cada encuentro, en cada gesto, en cada escenario compartido.

Durante décadas, Las Voces de Orán interpretaron obras como “La mataquera” (letra de Hugo Alarcón y música de Córdoba), en ritmo de chaya mataca, o la chacarera “La mataca ollera” de Francisco Sánchez, y lo hicieron siempre con una mirada puesta en los pueblos originarios del norte salteño, no como postal, sino como presencia tangible.

En el video “Orán, pueblo cantor” Las Voces de Orán junto a Pitin Zalazar y el autor del tema, José Luis Salinas del grupo Ternura, no tan solo muestran paisajes y el patio de la casa de Doña Elena (madre de Federico Córdoba), sino que además recorren el río Bermejo con la presencia de Angélica Miranda que aparece bailando pimpin con miembros de su comunidad. Esas imágenes fueron también obra de una decisión estética y política: mostrar lo que muchos preferían silenciar. Esa visibilización fue también obra de Ucucha Franco, otro integrante ya fallecido, cuyo nombre se une hoy al de Federico, más Angélica en una misma despedida ancestral.

En febrero de este año, ya habiendo hecho su presentación en el Festival de Cosquín, lo llamé por teléfono y con esa alegría casi de niño, Federico me compartió un sueño: “Estoy con ganas de llevar al escenario mayor a los aborígenes para bailar pimpin”, me dijo con voz orgullosa.

Ese anhelo quedó trunco. Pero el eco de su deseo seguirá latiendo en cada comunidad, en cada danza, en cada niño que aprenda a tocar el  pincullo.

Federico Córdoba no fue sólo músico. Fue puente. Fue voz mestiza que unió pueblos, géneros, memorias. Por eso el pueblo salió a la calle, por eso el cementerio fue escenario de un último pimpin, por eso la historia lo recordará como lo que fue: el último cacique criollo.

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Por Fabián Ponce

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